¿Qué tenemos y qué necesitamos? Las propuestas de los candidatos frente a los datos del sistema de salud

¿Qué tenemos y qué necesitamos? Las propuestas de los candidatos frente a los datos del sistema de salud

El debate electoral en curso ha reeditado la discusión alrededor de las reformas y ajustes que requiere el sistema de salud colombiano. Los programas de gobierno difundidos por los candidatos, y sus declaraciones públicas orientadas a tratar los temas de salud, muestran una diversidad de enfoques y propuestas que ofrecen desde reformas estructurales hasta ajustes menores. Como es habitual en estos escenarios, las diversas campañas sugieren la puesta en marcha de cambios efectivos que aspiran mejorar las condiciones actuales del sistema de salud, buscando así atraer la atención y simpatía del público. 

Sin embargo, cabe cuestionar si la dinámica electoral resulta suficiente para comprender las necesidades y desafíos que actualmente tiene el sistema de salud en Colombia. Si bien esta coyuntura constituye un escenario natural para la deliberación y el contraste de propuestas, enfoques y visiones alrededor de los asuntos públicos, también es cierto que las elecciones favorecen la proliferación de discursos orientados a satisfacer las expectativas de la población, en detrimento de la formulación de propuestas concretas que se correspondan con la realidad política, económica y social del país. Por esta razón, es conveniente presentar un análisis que formule un diagnóstico de los logros y dificultades que actualmente tiene el país en materia de salud, y que lo contraste con las propuestas más destacadas de los candidatos que aspiran ejercer la presidencia de la República por los próximos cuatro años. En este ejercicio, por cuestiones de espacio, se analizan las propuestas de los dos candidatos más opcionados, lo que no significa que los demás no tengan aportes valiosos que también puedan ser recogidos por análisis posteriores (mira aquí los análisis de programas de los candidatos).

¿Qué sistema tenemos hoy?

En la actualidad no existe un diagnóstico unánime sobre las bondades y dificultades del sistema de salud colombiano. Algunas posturas señalan que los avances del país en materia de aseguramiento, cobertura e indicadores de morbimortalidad son atribuibles a la reforma de 1993; otras, por el contrario, afirman que el modelo actual ha conllevado ineficiencias y pérdidas de recursos innecesarias, las cuales impiden el goce efectivo del derecho a la salud en Colombia. Frente a este escenario de contrastes, vale la pena trazar una línea de base que establezca algunas certezas sobre el contexto dentro del cual ha surgido esta discusión, y que permita observar el panorama sobre el cual se fundan las propuestas programáticas de los candidatos.

En primer lugar, cabe reconocer que el país ha logrado avances significativos en términos de equidad en el acceso a los servicios de salud. Hay estudios que muestran que Colombia es uno de los países de América Latina con mayor índice de cobertura efectiva (74%), lo que implica que los servicios de salud tienen la calidad suficiente para generar ganancias en salud a un porcentaje mayoritario de la población. Así mismo, el país ha conseguido establecer mecanismos de protección financiera eficaces (e.g. la cuenta de alto costo), orientados a mitigar el impacto económico de las enfermedades catastróficas en la población y a desestimular fenómenos de selección adversa; esto ha llevado, por ejemplo, a que Colombia sea uno de los países de la región que más disminuyó su gasto de bolsillo en los últimos 20 años, pasando de 38% en 1995 a 15% en 2020. De la misma manera, vale destacar que la ley 100 definió un plan de beneficios en salud (PBS) que, a pesar de varias dificultades, ha sido actualizado de manera gradual para incluir tecnologías, servicios y tratamientos novedosos, y cuya existencia permite que los afiliados tengan derecho a acceder a un mismo “paquete de beneficios”, más allá de su capacidad de pago; igualmente, la definición de un PBS le brinda certezas a los actores del sistema, en tanto define aspectos centrales para la gestión del riesgo financiero y el goce efectivo del derecho a la salud.  Adicional a lo ya mencionado, según un estudio publicado recientemente por el MinSalud, el 78 % de los usuarios valoraron positivamente su experiencia en el uso de los servicios, mientras que el 62 % estimó que resultaba fácil acceder a ellos. También cabe resaltar una disminución constante en indicadores sensibles de salud pública, como la mortalidad infantil y la desnutrición.

Este panorama optimista contrasta con las dificultades que aún no logra resolver el sistema de salud. Por un lado, se mantienen las barreras para que los usuarios accedan a los servicios incluidos en el PBS; de acuerdo con la Defensoría del Pueblo, en 2019 se interpusieron más de 200.000 acciones de tutela relacionadas con el derecho fundamental a la salud, lo que representó un 33 % del total de tutelas impuestas en el país, de éstas el 79.9 % fueron resueltas a favor de los accionantes, lo que indica un alto grado de pertinencia. Por otro lado, están sin zanjar las brechas territoriales que promueven la concentración de la oferta (en particular la especializada) en los grandes centros urbanos, afectando el acceso de los usuarios que habitan áreas rurales y, en consecuencia, vulnerando su derecho a la salud. En el diseño actual del sistema, los incentivos están puestos donde existen más afiliados con mayor capacidad de pago, lo que conlleva a un descuido de las poblaciones dispersas y con menos recursos económicos. Así mismo, persiste la billonaria deuda que tienen algunas EPS (varias ya liquidadas) con prestadores y proveedores, la cual, no sólo perjudica el acceso a los servicios, sino que mina la confianza sobre la adecuada administración de los recursos públicos de la salud; si bien el gobierno actual ha avanzado en un acuerdo de punto final para mitigar los efectos de la deuda, se cuestiona que sea el Estado quien finalmente asuma el riesgo financiero dentro del sistema.

Este panorama, que sin duda comprende más matices y complejidades que las que aquí se han relacionado, ofrece una línea de base para contrastar las principales propuestas de los dos candidatos más opcionados a llegar a segunda vuelta en las elecciones que se avecinan: Gustavo Petro y Federico Gutiérrez. Por ello, vale la pena considerar algunas de sus propuestas, buscando establecer si resultan coherentes con las necesidades que actualmente tiene el sistema de salud colombiano.

Hacia un sistema único de salud: Gustavo Petro

El núcleo de la propuesta de Gustavo Petro apunta a la creación de un sistema único, público y universal en el cual las redes de servicios sean conformadas a través de Consejos Territoriales de Salud (CTS) y los recursos financieros manejados por un Fondo Único de Salud (FUS) con capítulos territoriales (vea aquí el análisis de la propuesta). En la práctica, este modelo implica apartar a las EPS de su función actual, para que el FUS y los CTS asuman los pagos y la articulación entre usuarios y prestadores. Estos cambios, que requieren una reforma de la ley 100, estarían acompañados por el reforzamiento de la atención primaria, el énfasis en la prevención y la predicción, y el incremento de los recursos de la red pública.

Ante esta propuesta surge el interrogante sobre su pertinencia frente a los retos que actualmente tiene el sistema. Por un lado, no hay certezas sobre cómo el desmonte de las capacidades instaladas en las EPS puede contribuir a superar las barreras de acceso que existen actualmente; si bien estas entidades son responsables de los trámites administrativos que muchas veces impiden el acceso de los usuarios a los servicios a que tienen derecho, nada asegura que esas barreras desaparecerán con un sistema coordinado por unas nuevas instituciones públicas. De hecho, una de las advertencias que se han formulado a propósito de esta iniciativa, es que los CTS podrían tener dificultades para articular nuevas redes de servicios, lo cual generaría otro tipo de barreras relacionadas con la oportunidad en la prestación. Ahora bien, a favor de la propuesta, podría pensarse que la desaparición de un “intermediario” contribuye a reducir las brechas en el acceso a los servicios de salud y agilizar el pago de las cuentas; sin embargo, para que esto se concrete se requiere la construcción de una nueva institucionalidad en las entidades territoriales (llamadas a liderar los CTS), con la capacidad técnica y administrativa para gestionar todos los procesos que hoy hacen las EPS. Frente a esa necesidad, surge la pregunta si resulta conveniente construir esa nueva capacidad institucional, desmontando la que ya existe. Por otro lado, cabe destacar la apuesta de la campaña por enfocar el sistema de salud en la prevención y por destinar más recursos a la red pública, aunque esto debería acompañarse de precisiones alrededor de las fuentes de financiación y definir los mecanismos para darle un uso adecuado a los recursos.

El énfasis en la eficiencia: Federico Gutiérrez

Federico Gutiérrez se ha enfocado en proponer acciones de corte gerencial para mejorar la atención y experiencia de los usuarios, conservando la arquitectura actual del sistema y los mecanismos dispuestos por la ley 100. Su apuesta está orientada a establecer indicadores de desempeño y metas que mejoren la eficiencia, buscando con esto que los actores reciban incentivos de acuerdo con los resultados que obtienen; así mismo, su programa se centra en la introducción de instrumentos digitales y telemedicina, con el propósito de reducir costos, permitir la interoperabilidad del sistema y reducir las brechas en el acceso. Además, menciona la necesidad de crear alianzas entre prestadores, aseguradores y entidades territoriales, estableciendo metas de servicio (vea aquí el análisis de la propuesta).

El énfasis de la propuesta de Gutiérrez es la eficiencia: un elemento que puede resultar necesario, aunque no suficiente, para enfrentar los desafíos que hoy tiene el sistema de salud. Por un lado, es claro que mejorar la eficiencia puede contribuir a agilizar la prestación de los servicios y, en consecuencia, a reducir las barreras de acceso; igualmente, la introducción de procesos de compra mediados por la tecnología ayuda a que las transacciones sean más transparentes, facilitando el manejo de los recursos financieros. Sin embargo, llama la atención que la propuesta no menciona el fortalecimiento de los mecanismos de vigilancia y control, lo cual genera inquietudes sobre la capacidad de los actores de autorregularse. En este sentido, cabe recordar que uno de los problemas que tiene el sistema es que los procesos de vigilancia y sanción no son eficaces, razón por la cual muchos de los actores incumplen sus obligaciones sin mayores consecuencias. Por ello, sorprende que la propuesta se centre en afinar ciertos procesos y en establecer nuevas reglas para los actores del sistema, pero se olvide de los mecanismos para garantizar que se cumplan. De hecho, resulta inquietante que Gutiérrez propone unificar los enfoques de control por ineficientes (incluidas las superintendencias), lo cual podría restarles capacidades a las instituciones que actualmente se encargan de vigilar y sancionar a los actores que no cumplen. Un punto a favor de la propuesta es la idea de crear alianzas entre aseguradores, prestadores y entes territoriales para la provisión de servicios, alrededor de metas y estándares de calidad, lo cual podría contribuir a reducir las brechas en los territorios. Sin embargo, falta que la propuesta puntualice cómo constituir y financiar esas alianzas, pues su implementación no dependerá, exclusivamente, de la voluntad de los actores.

¿Cómo avanzar?

Ciertamente, las dos propuestas analizadas hacen contribuciones que apuntan a mejorar el sistema de salud y, a través suyo, a promover el bienestar de la población colombiana. Así mismo, ambas generan interrogantes sobre su viabilidad y su coherencia con los desafíos que actualmente tiene el país. Las complejidades propias de los sistemas de salud impiden que sus problemas sean resueltos con fórmulas milagrosas, por el contrario, es necesario acometer ajustes constantes y progresivos que sean evaluados y afinados con regularidad. Ante esto, vale la pena señalar algunos elementos para enriquecer las propuestas programáticas, entendiendo que estas se construyen en el debate público y en función de realidades puntuales que también son dinámicas. En primer lugar, vale la pena insistir en la pertinencia de reconocer y potenciar las capacidades instaladas en el sistema, y en particular, aquellas que emergen de los actores y sus interacciones. No parece coherente que la ruta para mejorar el funcionamiento y resultados del sistema de salud sea el desmonte de aquello que funciona como estrategia para corregir lo que no funciona. Segundo, es importante identificar y reconocer los avances y aprendizajes que nos proporciona el sistema actual, buscando que las propuestas que buscan hacer cambios estén alineadas con las necesidades identificadas; esto, desde luego, implica tener la voluntad de emprender transformaciones, pero también, la prudencia de conservar aquello que ofrece buenos resultados. Finalmente, es importante que las propuestas identifiquen fórmulas novedosas que permitan mejoras en el sistema de salud y que sean consecuentes con sus complejidades; sin embargo, es deseable que estas fórmulas dialoguen con las realidades sociales, políticas y financieras del país, para que no terminen siendo promesas incumplidas que afectan la confianza de la sociedad sus instituciones.

Foto de National Cancer Institute en Unsplash

¿Qué aprendizajes le ha dejado la pandemia de la COVID-19 a la industria farmacéutica?

¿Qué aprendizajes le ha dejado la pandemia de la COVID-19 a la industria farmacéutica?

El 26 de febrero de 2020 se registró el primer caso de coronavirus en Brasil, siendo Latinoamérica el último continente en recibir el virus, y dándole el estatus oficial de “pandemia”, ya que para ser clasificado de esta forma debe tener presencia en todos los continentes del mundo. El panorama no era alentador y los pasos a seguir eran confusos por la poca familiaridad con la situación.

Mientras tanto, el sector farmacéutico reaccionó rápidamente para asumir un rol protagónico durante la emergencia, pues entendió que contaba con las herramientas claves para encontrar una cura. Por eso, la búsqueda de posibles medicamentos para tratar la naciente patología, la creación de vacunas y la manufactura de pruebas diagnósticas para detectar el virus se movieron rápidamente en la industria.

Específicamente en Latinoamérica los efectos del coronavirus fueron más fuertes porque sus sistemas de salud son fragmentados, la infraestructura es insuficiente y las inequidades profundas exacerbaron la crisis[1]. Esto hizo que la industria tuviera la responsabilidad de traer estabilidad en un tiempo inestable, no solo con innovación científica sino también impulsando la colaboración con los Gobiernos, la academia, otros actores de la sociedad civil y el sector privado, y también con ayuda monetaria, como las donaciones al sector salud de la Federación Internacional de Fabricantes y Asociaciones Farmacéuticas (IFPMA)) por más de 25 millones de dólares en medicamentos y equipos de protección médica, 40 millones de dólares en donaciones en especie y 700 millones de dólares en donaciones monetarias[2].

La responsabilidad dentro del sector de la salud en la región va más allá de la innovación dentro del laboratorio y se extiende a todos los aspectos del sistema sanitario y a la comunidad. Por ejemplo, Roche en América Latina estableció una red de programas de apoyo tanto para la población general como para los profesionales de la salud. Desde la atención de líneas telefónicas de emergencia en Colombia, Perú y Ecuador, hasta la donación de sangre en países como Argentina, Perú, Uruguay y Costa Rica, los colaboradores de las afiliadas se pusieron a disposición de forma personal para dar respuesta a lo que la comunidad necesitaba.[3] También avanzó en alianzas con startups, incubadoras, emprendedores e institutos educativos para compartir conocimiento y consultoría que permitan avanzar el desarrollo de soluciones y equipamiento para los sistemas de salud, en áreas con necesidades críticas que excedían las áreas de negocio.[4]

Las emergencias, especialmente las que se han vivido en épocas recientes, son procesos complejos y dinámicos en los que se presentan continuamente nuevos desafíos y retos imprevistos. La necesidad de continuar con la producción e investigación clínica de medicamentos para otras enfermedades o seguir con las jornadas de vacunación, especialmente para los niños y niñas del mundo son dos ejemplos, entre muchos otros, de algunos de los desafíos que aparecieron mientras el virus se expandía por el mundo. Estos obligaron a la industria –y al mundo entero– a delinear nuevos planes.

Entonces, la agilidad para diseñar un plan de acción y una hoja de ruta para los meses siguientes a la aparición del nuevo coronavirus fue fundamental para la industria, ya que impuso la necesidad de tomar acción de una manera totalmente distinta. Fue así como las alianzas entre los miembros de la industria, el uso de la tecnología, la colaboración con los Gobiernos y los cambios en la cadena de manufactura se volvieron ejes vitales para combatir la emergencia.

Todos estos elementos han representado un reto para la industria y han dejado una serie de aprendizajes de los que la ciencia se alimentará. Aunque el camino para salir de la pandemia todavía se está construyendo, los líderes de la industria han marcado una diferencia en la manera como se hará la investigación y el desarrollo a partir de 2020[5].

Uno de los aspectos más destacados durante la emergencia sanitaria ha sido la colaboración científica en el mundo entero; a principios de abril en una investigación del New York Times se escribió:

mientras los líderes políticos cierran las fronteras, los científicos han estado destrozando las suyas, creando una colaboración global como ninguna otra en la historia. Nunca antes, dicen los investigadores, tantos expertos en tantos países se han concentrado simultáneamente en un mismo tema con tanta urgencia[6].

Esta colaboración se inauguró con acciones como la divulgación de la primera secuencia del genoma del nuevo coronavirus en China, aislando a un hombre que trabajaba en el mercado de Wuhan[7]. Este primer genoma se convirtió en una referencia para que científicos del mundo entero rastrearan el virus mientras se propagaba. Estos datos sirven, además, para detectar cambios en el virus, definir cadenas de transmisión, descubrir nuevas cepas y mejorar diagnósticos.

Con la misma urgencia, la industria farmacéutica respondió a la crisis utilizando redes ya existentes como la red CEPI[8] (Coalition for Epidemic Preparedness Innovations) o la red IMI[9] (Iniciativa de Medicamentos Innovadores) y creando otras nuevas, como el Maratón Global de Compromiso de Respuesta al Coronavirus[10], que busca que los involucrados inviertan más esfuerzos y dinero en investigación y desarrollo, o el Access to COVID-19 Tools (ACT) Accelerator[11]. Esta última busca unir a organizaciones, incluido el sector de investigación y desarrollo, para crear soluciones que aseguren un acceso equitativo a pruebas, vacunas y tratamientos en el mundo.

Siguiendo con las palabras que la Organización Mundial de la Salud utilizó para inaugurar su Asamblea Anual número 73, “una pandemia mundial, requiere una respuesta mundial”, la industria farmacéutica se dedicó a buscar aliados en torno a tres ejes: la creación de tratamientos, la creación de vacunas y las cadenas de manufactura.

En el primer eje es importante aclarar que crear un tratamiento tiene un proceso complejo, porque se debe atacar una parte específica del ciclo de vida del virus para evitar que se reproduzca. Además, el tratamiento debe ser lo suficientemente efectivo como para matar el virus, pero no tan fuerte como para matar las células humanas que el virus ocupa. Asimismo, estos microbios tienen una habilidad de adaptarse y mutar con el entorno, habilidad que han adquirido después de siglos de vivir entre los humanos y los animales.

Aunque todavía no existe un tratamiento para el COVID-19, hay 316 tratamientos bajo estudio[12]. Además, organismos regulatorios como el Food and Drug Administration de Estados Unidos, el Invima en Colombia o la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios en México, han autorizado medicamentos que la industria ha desarrollado en caso de emergencia[13]. Esto significa que aunque la búsqueda de tratamientos no se ha completado, la industria ha ayudado a apalancar respuestas inmediatas.

En el caso de las vacunas la colaboración ha sido necesaria, ya que, como explicó la doctora Fabiane El-Far, directora ejecutiva de Asuntos Médicos en Enfermedades Infecciosas para Latinoamérica de MSD, “para combatir esta pandemia es necesario tener una visión amplia con múltiples opciones de prevención y tratamiento”[14]. Por eso, trabajar en una sola vacuna sería poner en riesgo la cura del virus, ya que existe una posibilidad del 6 % de que una vacuna se apruebe[15], y por ende es necesario tener varias oportunidades para encontrar la cura al nuevo coronavirus.

De hecho, hacer alianzas para responder a las crisis no es extraño para la industria. Por ejemplo, Inovio y Beijing Advaccine Biotechnology crearon una vacuna contra el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS). Johnson & Johnson y la Autoridad Estadounidense de Desarrollo e Investigación Biomédica Avanzada (Barda) buscan crear una vacuna basada en vectores, un método que fue efectivo para crear una vacuna para el Ébola. Otras compañías decidieron compartir sus adyuvantes patentados, que son ingredientes que se agregan a las vacunas para aumentar su efectividad, con diferentes compañías y universidades para encontrar una cura para este virus.

Actualmente existen 212 vacunas en estudio utilizando diferentes plataformas para la creación[16]. Como en ocasiones anteriores, las grandes compañías farmacéuticas se han unido para lograr potenciar y acelerar la búsqueda de una solución científica a la crisis, como Pfizer y BioNTech, que están trabajando en una vacuna de ARN[17], GlaxoSmithKline (GSK) y Sanofi, que están utilizando la tecnología de ADN recombinante[18], o la de AstraZeneca y la Universidad de Oxford, que está trabajando en una vacuna de vectores virales[19].

Por último, hay un tema de relevancia para entender los aprendizajes que ha tenido la industria durante la emergencia por COVID-19 y es el de las cadenas de manufactura. Si bien todas las compañías de la industria tienen capacidad de manufactura, la pandemia ha exigido que se produzca una mayor cantidad de medicamentos relacionados con el nuevo coronavirus, además de atender los medicamentos de otras enfermedades. Por eso, las compañías se dieron cuenta de que era necesario compartir la capacidad de manufactura para poder suplir una demanda mundial.

Tal es el caso de Roche, que tiene una de las capacidades más grandes para la producción de anticuerpos, “sería una tragedia si cada compañía se sienta en su planta cuando una compañía tiene un medicamento que funciona, pero no puede producirlo”, explicó el doctor Severin Schwan, director ejecutivo del Grupo Roche, tras firmar un acuerdo con Regeneron para desarrollar, manufacturar y distribuir su combinación antiviral de anticuerpos en investigación.[20] A esta conclusión se han sumado otras compañías, las cuales se comprometieron a ceder su capacidad de manufactura en caso de encontrar un tratamiento o una vacuna para que estos puedan llegar a la mayor cantidad de población posible.[21]

Igualmente, vale la pena hacer énfasis en la necesidad de continuar atendiendo a pacientes de otras enfermedades que no están relacionadas con el virus. Esta fue una consigna que estuvo presente desde el momento en el que la industria se concentró en contribuir a acabar con la crisis humanitaria del nuevo coronavirus, “otros pacientes, además de los de COVID-19, no pueden ser desatendidos. Los pacientes con cáncer, condiciones cardiovasculares o diabetes deben seguir recibiendo apoyo por las autoridades sanitarias y reguladoras”, anunció el Doctor Carlos Garay, vicepresidente y Regional Head de Oncología para Latinoamérica y Canadá de Novartis.[22]

En febrero, la mayoría de las plantas químicas en China que proveen ingredientes activos para medicamentos tuvieron que cerrar en respuesta a la cuarentena. Para el final del mes, las cadenas de manufactura se estaban rompiendo[23], mientras el virus se propagaba hacia occidente. Aunque el cierre de las plantas que proveen de ingredientes activos a la industria en China no duró más de dos meses, la situación puso a la industria a repensar las cadenas de manufactura para que puedan ser resilientes a cierres y emergencias. 

Hubo además un aprendizaje en cuanto a las locaciones de las plantas de manufactura, ya que estas pueden ser vulnerables a disrupciones. La conversación de hacer medicamentos en más países, es decir, expandir la producción a nuevos lugares, no fue ajena dentro de la industria. Sin duda, esta será una discusión en los años por venir, ya que el foco de la actualidad es mantener a toda la población, especialmente a aquellos que sufren de alguna enfermedad específica, con los medicamentos necesarios para su buen vivir. Así mismo, el exceso de capacidad de manufactura y el doble abastecimiento son elementos[24] que continuarán guiando las decisiones de la industria.

Por otro lado, para que las cadenas de manufactura no sufran las consecuencias que trae una crisis sanitaria, la industria entendió que es necesario incorporar tecnología analítica en todos los pasos, ya que así se preverá la capacidad de una planta con base en la demanda de un medicamento específico. Igualmente, tener una planta automatizada significa evitar disrupciones a causa de enfermedades infecciosas que puedan contagiar a trabajadores, ya que estos no estarán en la manufactura del producto, sino en la investigación de los medicamentos.

De igual importancia ha sido la colaboración que la industria ha recibido de los Gobiernos del mundo, específicamente de las agencias regulatorias, que son aquellas que aprueban los medicamentos en cada país. Las agencias han tenido que ser flexibles en un ecosistema que está cambiando casi diariamente, sin dejar de lado la rigurosidad, la seguridad y la eficacia de los medicamentos, y a su vez, involucrándose en las decisiones y respuestas a una crisis. En este contexto, la industria y las agencias han podido tener una relación cercana; de hecho, cuatro de cinco compañías de la industria reportaron un incremento en el involucramiento de los Gobiernos en el mercado.[25]

En particular, las agencias regulatorias han formado parte de los ensayos clínicos alrededor de las vacunas, ya que para realizarlos se necesita de la aprobación de estas. Un ejemplo de esta colaboración inédita fue el ensayo clínico de Solidarity[26], presentado en agosto de 2020. Este es un ensayo clínico internacional, controlado y aleatorio que medirá los beneficios y los riesgos de las múltiples vacunas candidatas que combatirán el COVID-19. Este tipo de ensayos clínicos globales, que nunca se habían hecho antes, abre la posibilidad de coordinar una evaluación rápida, eficiente y confiable de las candidatas, lo que permitirá tener resultados estables y duraderos.

El ensayo Solidarity, además, hizo en cada país un mapeo de los requerimientos regulatorios durante emergencias y el involucramiento de los reguladores para acelerar la toma de decisiones. Así pues, durante los ensayos se han fomentado las revisiones conjuntas de ensayos clínicos, es decir que los países se apoyan en la información de los otros en vez de producir información separada, las aprobaciones en fast track de los ensayos clínicos y la preparación de una hoja de ruta para cada vacuna, para facilitar las autorizaciones locales.

Por otro lado, países como Brasil se han presentado como los escenarios ideales para hacer pruebas de vacunas[27]. Algunos de los criterios para que un país sea buen escenario para ensayos clínicos son que el lugar tenga una alta transmisión comunitaria, que la enfermedad tenga una alta prevalencia para que se pueda medir la eficacia, y que existan instituciones de salud pública que puedan apoyar estos ensayos. Así mismo, Brasil tiene una de las producciones más grandes de vacunas en América Latina, lo que facilitaría la manufactura para toda la región.

Así pues, se han encontrado espacios que contribuyen a las respuestas rápidas que la crisis sanitaria requiere. Sin duda, esta red de contribuciones y ayuda han hecho que la solución al COVID-19 esté cada vez más cerca. Incluso podría ser una de las respuestas más rápidas que ha tenido una emergencia de esta envergadura en la historia de la humanidad, siendo cuatro años el menor tiempo en el que una vacuna se ha hecho y 18 meses los planes que hay para la nueva vacuna.

Con los esfuerzos constantes que la industria ha podido hacer para acercarse a una solución, es evidente que la protección de la propiedad intelectual (PI) ha jugado un rol protagónico, pues esta permite tener habilidades, redes, infraestructura de datos en salud y flexibilidad normativa para fomentar la innovación. En pocas palabras, la PI ha sido el motor clave de la innovación para abordar esta emergencia, aunque lo fundamental de esta exploración es que los pacientes puedan acceder a las novedades científicas.

Según un estudio de Robin Feldman[28], cerca del 80 % de los medicamentos asociados con nuevas patentes son una variación de algún componente que ya existía. Esto es beneficioso por varias razones. La primera es que las farmacéuticas tienen décadas de información acerca de estos medicamentos y componentes que se están utilizando, lo cual se traduce en respuestas ágiles y efectivas. De la misma manera, tener información recopilada significa conocer los riesgos y efectos secundarios, que llevará a un uso más seguro de todos los medicamentos.

En palabras de Francis Gurry, director general de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, esta herramienta permite proveer un marco de incentivos donde la innovación esté blindada para así navegar por las etapas complejas que implica pasar de una invención a la comercialización de un producto[29]. Así pues, la importancia de la PI es el know how detrás de cada compañía, que al final es el que lleva a la creación de medicamentos para una mejor calidad de vida.

Entonces, la pandemia ha sido la ficha que faltaba para comprender la necesidad de la PI en la industria. Es claro, también, que la industria debe utilizar esta herramienta para innovar en la medicina y prevenir los efectos de futuras crisis, no solo dentro de la compañía, sino ayudando a otras compañías a potenciar su respuesta, como es el caso, por ejemplo, de Pfizer. Según el director ejecutivo de Pfizer, Albert Bourla, se han acercado 487 compañías para pedir la colaboración de Pfizer en sus investigaciones[30].

Uno de los grandes cambios que no se puede quedar por fuera de las enseñanzas de la pandemia es la tecnología como aliada para mejorar los procesos científicos y médicos. Durante la crisis se han utilizado, por ejemplo, aplicaciones como Smart Doctor en Perú, que funciona de manera gratuita para convertirse en un descarte rápido del COVID-19 y una atención para pacientes con enfermedades crónicas[31]. Otro ejemplo son los mapas de vulnerabilidad utilizados en Colombia. Cruzando las variables de salud y demográficas de la población colombiana a través de Machine Learning, se pudo determinar qué tanto riesgo había de que la COVID-19 llevara a desenlaces de salud fatales. Esta información se podía desagregar por pueblos en zonas rurales y por manzanas en las ciudades; dado el nivel de especificidad, los Gobiernos la utilizaron para tomar decisiones de salud pública en el país[32].

Incluso se crearon herramientas para reforzar el código de ética durante la pandemia en la industria farmacéutica, como fue el Code of Practice e-learning, creado por la IFPMA. Esta herramienta que se rige por el código de ética Ethos buscaba que las personas de la industria y los interesados reforzaran los cambios principales en el nuevo Código de Ética 2019. Esto con el fin de poner sobre la mesa temas como la transparencia en la investigación clínica, las interacciones profesionales entre médicos y compañías farmacéuticas, y el apoyo a la educación médica.

Involucrar a la tecnología en los procesos diarios también ha sacado a la superficie la necesidad de hacer una alfabetización de la innovación electrónica, pues para sacarle provecho es necesario aprender a usarla. Además, la industria debe buscar un respaldo normativo, establecer protocolos y buscar que no se pierda la calidad de un medicamento usando tecnología.

Por último, la industria farmacéutica entendió que la tecnología siempre funcionará mejor si se utilizan bases de datos amplias y sólidas, que apalancan la posibilidad de compartir información en un futuro. La importancia de esta información radica en la posibilidad de analizarla para tomar decisiones. Igualmente, las bases de datos grandes tienen una mayor posibilidad de contribuir a la inteligencia artificial (IA), que en últimas será la que incrementará la precisión, rapidez y el rendimiento de un medicamento a la vez que ayudará a ver las crisis desde perspectivas clínicas, genéticas e incluso socioeconómicas, como explicó Yuri Quintana[33], profesor de Harvard experto en IA.

Sin duda nuevas tecnologías formarán parte de los procesos de ahora en adelante, ya que el aprendizaje de la pandemia es que uno de los obstáculos más grandes en salud pública no es la efectividad de los medicamentos producidos, sino la necesidad de desarrollarlos rápidamente y en una escala grande. Una solución que se investigará en los años siguientes serán las vacunas mRNA, que cambiarán las dinámicas de manufactura para la industria. Estas son una alternativa a las vacunas convencionales por su alta potencia, la capacidad para desarrollarlas rápidamente, los bajos costos de manufactura y la administración segura[34].

En general la emergencia por el COVID-19 ha abierto oportunidades para la investigación y el desarrollo. Esto pudo pasar porque la industria ha tenido flexibilidad para innovar no solo en el ámbito de salud pública, sino también dentro de sus compañías, mejorando procesos, apostando por las alianzas, por incluir la tecnología y por utilizar sus recursos para el bien de la humanidad. Todas las acciones e inversiones que se hagan para mejorar la calidad de vida de las personas serán una ganancia transversal a cualquier industria y país.

Para resumir, desde que el nuevo coronavirus apareció en el mundo, las alertas de la industria se encendieron, en principio con preocupación, pero también con determinación por encontrar una pronta solución. Al final, las crisis son una oportunidad para avanzar, para revolcar los lugares y soluciones comunes, y para ver el mundo desde otra perspectiva. La industria farmacéutica ha despertado posibilidades que antes de 2020 se veían en segundo plano, todo esto teniendo siempre presente que si la ciencia gana, el mundo entero ganará.


[1] United Nations. Policy Brief: The Impact of COVID-19 on Latin America and the Caribbean [Internet]. UN. 2020 [cited 2020Sep]. Available from: https://www.un.org/sites/un2.un.org/files/sg_policy_brief_covid_lac.pdf

[2] IFPMA. COVID-19: The biopharmaceutical industry is leading the way in developing vaccines, treatments & diagnostics [Internet]. IFPMA. 2020 [cited 2020Sep]. Available from: https://www.ifpma.org/covid19/

[3] Roche. Stories of solidarity [Internet]. Roche. 2020 [cited 2020Oct]. Available from: https://www.roche.com/strongertogether/covid19-solidarity.htm#acpu

[4] Healthtech Builders Lab Chile: una iniciativa que aporta valor a los pacientes y al ecosistema de salud [Internet]. Roche. 2020 [cited 2020Oct]. Available from: https://www.roche.cl/es/comunicaciones/HealthtechEndeavor.html

[5] DeLone M. The COVID-19 pandemic could forever change biopharma [Internet]. Deloitte. 2020 [cited 2020Sep]. Available from: https://www2.deloitte.com/us/en/blog/health-care-blog/2020/covid-19-pandemic-could-forever-change-biopharma.html

[6] Apuzzo M, Kirkpatrick DD. Covid-19 Changed How the World Does Science, Together [Internet]. New York Times. 2020 [cited 2020Sep]. Available from: https://www.nytimes.com/2020/04/01/world/europe/coronavirus-science-research-cooperation.html

[7] Zhao WM, Song SH, Chen ML, et al. The 2019 novel coronavirus resource. Yi Chuan. 2020;42(2):212–221. doi:10.16288/j.yczz.20-030 [PMID: 32102777]

[8] https://cepi.net/

[9] https://www.imi.europa.eu/

[10] IFPMA. wwwifpma.org [Internet]. 2020May4 [cited 2020Sep]; Available from: https://www.ifpma.org/wp-content/uploads/2020/05/Press-release-4-May-IFPMA-Global-Pledge-FINAL.pdf

[11] https://www.who.int/initiatives/act-accelerator

[12] Milken Institute. Milken Institute’s COVID-19 Treatment and Vaccine Tracker [Internet]. Milken Institute. [cited 2020Sep]. Available from: https://covid-19tracker.milkeninstitute.org/#treatment_antibodies

[13] Commissioner Of the. Emergency Use Authorization [Internet]. U.S. Food and Drug Administration. FDA; [cited 2020Sep22]. Available from: https://www.fda.gov/emergency-preparedness-and-response/mcm-legal-regulatory-and-policy-framework/emergency-use-authorization ; Invima. Medicamentos priorizados para pacientes con síntomas y complicaciones asociadas al COVID-19 [Internet]. Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos. [cited 2020Sep22]. Available from: https://www.invima.gov.co/medicamentos-priorizados-para-pacientes-con-sintomas-y-complicaciones-asociadas-al-covid-19

[14] FIFARMA. Tratamientos y vacunas en tiempos de pandemia [Internet]. YouTube. 2020 [cited 2020Sep]. Available from: https://www.youtube.com/watch?v=NJjRtUaLx2c

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Conocimiento científico, la apuesta para el futuro de salud

Conocimiento científico, la apuesta para el futuro de salud

Por: Yaneth Giha, Presidente Ejecutiva de AFIDRO

La ciencia y el conocimiento han sido la base de los grandes avances de la humanidad, y las ciencias de la salud han estado siempre a la vanguardia de la innovación. Suena paradójico, pero aún hoy, en medio de la pandemia global, tenemos el privilegio de ser la generación que experimenta las mejores condiciones de salud de la historia.

De ahí que un sistema de salud, que aspira a ser eficiente y sostenible, debe nutrirse del conocimiento técnico y científico detrás de las innovaciones y tecnologías, que nos permiten disfrutar de mejores condiciones de vida.

Con esta visión, me enorgullece presentarle al país, el nuevo Instituto de Prospectiva e Innovación en Salud – INNOS. Un tanque de pensamiento dedicado a promover y difundir conocimiento científico, con el propósito de que los diferentes actores del sistema de salud puedan tomar decisiones mejor informadas y con mayor impacto.

Ésta es una iniciativa conjunta de Afidro y la Universidad El Bosque, nuestros socios académicos, con quienes compartimos el interés por el rigor científico, el valor del conocimiento y la pasión por la innovación.

Le hemos dado a INNOS el mandato de abanderar una iniciativa incluyente, enfocada en entender las prioridades y atender las necesidades de conocimiento de sus usuarios, sean ellos funcionarios públicos, profesionales de la salud, pacientes o estudiantes.

INNOS tiene como propósito, facilitar el acceso y hacer comprensible el conocimiento científico, a través de formatos pedagógicos y atractivos, que agreguen valor. Debe ser igualmente, una plataforma para que expertos de diferentes especialidades, puedan difundir sus estudios, investigaciones y opiniones, bajo estrictos estándares éticos y de rigor académico.

El instituto abordará los actuales retos de la salud, desde nuevas miradas, contribuyendo a su discusión y entendimiento, pero siempre manteniendo una perspectiva de futuro. INNOS deberá estar constantemente imaginando, analizando y proponiendo conversaciones constructivas sobre el futuro de la salud en Colombia.

Y es que no existe un asunto que toque más directa y universalmente a cada ser humano, que la salud. Todos los días, en cada rincón del planeta, una madre, un médico, un gobernante o parlamentario, toman decisiones que impactan las condiciones de salud de sus familias, sus pacientes, o sus sociedades.

INNOS nace hoy para asumir con liderazgo, el reto de convertirse en fuente de consulta y referencia, para todos aquellos que requieran orientación, reflexión e información sobre las temáticas más relevantes de la conversación nacional sobre salud.

Para cumplir con esta misión, la Universidad El Bosque ha seleccionado un desatacado equipo de profesionales con amplia trayectoria académica en las ciencias de la salud y la innovación. Ellos serán el corazón del instituto, el grupo base encargado de planear y ejecutar las diversas actividades y producción de contenido para los diversos usuarios y miembros de la comunidad INNOS. 

INNOS tiene una visión clara, una propuesta de valor que responde a las necesidades del debate nacional sobre salud, y un equipo experto con la capacidad de asumir el reto. Pero el instituto sólo estará completo, si logra convocar y vincular una comunidad amplia de usuarios, aliados y colaboradores.

Por eso, hacemos un llamado a todas aquellas personas y organizaciones con interés en la agenda de la salud, a que se vinculen a la comunidad INNOS. A que usen las diferentes formas de participación, diseñadas para crear un verdadero diálogo sobre los retos de la salud, a partir de la evidencia científica y centrada en las personas.

En INNOS podremos imaginar y construir juntos, el futuro de la salud.